Una de las joyas coloniales de Parral es sin duda el Templo de Nuestra Señora Del Rayo, cuya construcción se prolongó por veinte años. Diversos problemas, especialmente la falta de recursos, motivo que la obra caminara lentamente en aquellos años del siglo XVIII. Se cuenta que cuando ya se encontraban levantados buena parte de los muros, estaba en la improvisada sacrista el sacerdote Don Juan Jose de Herive cuando fue informado por su sacristán que estaba ahí un Indio Tarahumara que insistía en hablar a solas con el, al Padre Herive le intrigo aquella solicitud y pensó que quizá el indio necesitaba confesarse. "Hazlo pasar, ordeno el Sacerdote"
Y apareció el indio de piel broncínea, con textura perfecta, alto y gallardo, vestido con una blusa blanca de manta y su taparrabo; calzaba huaraches y sujetaba su negra cabellera con el típico pañuelo rojo. En los hombros sostenía un pequeño atado, como el que ordinariamente llevaban las yerbas curativas que venían en los pueblos. "Padrecito!" empezó a decir el indio con palabra firme, "Me dicen que su templo se ha parado, porque no tiene usted dinero, por eso vengo a traerle esto para ayudar en algo..."
Y sobre la improvisada mesita del sacerdote, desenvolvió una tela, algo asi como un pañuelo, cargado de pepitas de oro, que dijo haber sacado de una mina que solo el sabia en donde se encontraba, dicho esto, se despidió y le advirtió al sacerdote que estuviera pendiente para traerle más de aquellas pepitas de oro, con tal de terminar el templo, que originalmente fue dedicado a la virgen de La Candelaria. Y hoy está dedicado a la Virgen del Rayo; por aquel milagro que la virgen hizo en años pasados al salvar a la multitud que paseaba por un campo implorando lluvia, cuando de repente cayo una abundante lluvia con descargas eléctricas que a nadie lastimo, apenas dejo su huella a un extremo de la paena de la Virgen a los pies de la imagen. Pasaron los años y ya casi para terminar la obra, nuevamente llego aquel humilde indio, que pidió hablar a solas con el Padrecito, El sacerdote intrigado ante aquel indio le escucho atento y sorprendido "Padrecito, vengo a traerle estas pepitas de oro, que saque de una mina donde ya he encontrado otras, tómelas usted para que pueda seguir haciendo el templo. Yo también quiero mucho a la Virgen del Rayo y seguiré trayéndole más pepitas hasta que complete el templo".
Y sin esperar algún comentario, el padre dio las gracias por el donativo y el indio dio media vuelta y salió de la sacristía. El sacerdote quedo anonadado por aquel donativo. Frente a su mesa pensativo y observando aquel obsequio que el indio le otorgo. Según lo comprobó después un ensayador de metales "Asombroso regalo a la Virgen de un humilde indio". Con aquel valioso donativo los trabajos se reanudaron, pero un tiempo después, volvió a faltar dinero para terminar la obra. El padre seguía esperando que el indio apareciera y así lo hizo saber para que el rumor llegara a tan misterioso personaje, que después luego volvió por tercera vez, pero no faltaron los ambiciosos que esperaban que el indio se retirara con rumbo desconocido, lo siguieron para dar con lo que habría de ser una mina de fabulosa riqueza en oro, agrega la leyenda, que aquel indio se perdía siempre por las peñas del Cerro de Las Borregas ubicado cerca de la Villa del Parral. Muchos le siguieron con ambición desmedida, pero nunca pudieron darle alcance, ni siquiera encontrar una huella que los llevara a la mina donde estaban las maravillosas pepitas de oro y el secreto se quedó entre las rocas de aquel cerro. El templo pudo terminarse en 1726. De aquel indito que ayudo a construirlo se guardó el recuerdo en esta singular leyenda.